Pamela Fernández-Corujedo, revisita la casa de sus padres y entre los objetos cotidianos que pueblan la memoria de la artista, se oculta un vínculo profundo con la esencia humana, un enlace que trasciende el tiempo y nos presenta nuevas capas de observación conectando nuestra historia y nuestro presente. La captura y revelado meticuloso y paciente de la fotografía análoga da forma a esta conexión temporal.
Enfrentándola en la sala está el trabajo en pintura al óleo de Catalina Torres, quien selecciona tres fotos de su compañera para reproducirla en pintura hiperrealista. Es aquí donde la subjetividad del creador se convierte en el hilo conductor. Entre las instantáneas seleccionadas, Catalina no solo reproduce con minuciosidad la imagen, sino que también hace su elección sobre los espacios de transición, aquellos donde lo inacabado nos revela el proceso por el que pasa la pintura para alcanzar la trampa al ojo que nos hace pensar que la imagen en el bastidor es una copia fiel de su original. La selección de lo que permanecerá en un non finito constante, se convierte en un reflejo íntimo de las decisiones y emociones de la artista.
Así, estas dos modalidades creativas, en apariencia divergentes, convergen en la presente exposición, dialogando a través del tiempo. Mediante la elección deliberada de medios análogos y procesos no digitales, las artistas celebran la paciencia, la intuición y la belleza arraigada en lo imperfección de la experiencia humana. Ambas nos recuerdan que la creatividad florece de lo humano, en los matices y detalles que configuran nuestras vidas y experiencias, en la posibilidad entre lo existente y lo potencial.