Yagán Delaunay: Alfredo Da Venezia

27 Junio - 22 Julio 2020

Escribo acerca de una exposición que no existirá, por lo menos en el formato convencional a corto plazo. La exposición trata de un automóvil chileno que ya no existe, fue el primero y único, (se dice que la producción original fue de entre 600 y 1200 unidades) el sueño de la industria Nacional de un auto para el pueblo. De eso podría tratar este breve texto: de lo que desaparece al poco andar, de la noción de proyecto chileno; pero no podría ser breve.

 

En los tiempos que corren muchos de los proyectos y de las cosas que tenemos o deseábamos hasta hace un par de meses ya no sirven para nada, o en poco tiempo estarán caducas. El sistema artístico tampoco queda inmune a estos tiempos. Trata de articularse prescindiendo de la experiencia directa con su audiencia, sus fetiches y eventos. En la lucha por no desaparecer, hoy rige la pantalla, el tele arte o cualquier derivado para dar cuenta de un contenido específico mediado a través de las pantallas luminosas.

 

La no exposición, es de Alfredo Da Venezia en Espacio O. Trata del Yagán, como ya decía, el primer auto chileno, más bien mestizo. Su chasis era francés y la mitad de sus partes, chilenas. Una alianza pionera para consolidar las bases de la Industria local. Pero no pudo sortear el karma de su nombre, presente ya en su fase de dibujo en papel, del doblez del metal y el remache pop; todo eso acarreaba el peso de la desaparición.

 

La revisita al Yagán implicó una arqueología virtual desde fragmentos diseminados en testimonios webs y blogs perdidos, dominados por el mito y la distorsión del relato. Esta última es análoga a la distorsión material del Yagan. Ningún Yagán fue igual al otro. La manualidad y la tecnología del suple anularon su sistematización, su serialidad. La pregunta inmediata sería ¿Qué Yagán es el que vemos?

 

El Yagán Delaunay se alza desde la planimetría y proyección digital. Hoy se presenta en su versión a rayas, tributo a otra gran olvidada, la artista francesa Sonia Delaunay. El autor se propone saldar deudas históricas, principalmente la de la memoria, proponiendo una producción limitada, incluso de sus partes por separado a escala. Sin embargo, el mayor mérito aquí, es la superación definitiva de la fase arcaico-analógica proletaria anterior, por el fragor autómata de la impresión 3D casera.

 

Se cierra un ciclo, el de los triunfos morales. Esto es por los Antus y los Fasat que quedaron en el camino.

Carlos Silva