Cuando uno googlea la función “control de calidad” una de las definiciones que aparece es: “proceso donde se asegura la estandarización de la disponibilidad, fiabilidad, mantenibilidad y manufacturabilidad de un producto o servicio”. Para controlar la calidad de un producto se realizan inspecciones o pruebas de muestreo para verificar que las características del mismo sean óptimas.
La pintura de J. Mejías es figurativa y homoerótica por excelencia, pero también es “memorabilia”. El imaginario de su deseo se nutre desde el archivo Web, desde la fotografía documental en blanco y negro que él transmuta a través del color, como ejercicio pictórico que lo dota de una temporalidad efímera. El soporte de su obra, el papel y su pincelada, se puede desvanecer como un recuerdo, como un negativo de las escenas que recolecta online.
Las imágenes que J.Mejías se ha apropiado para esta muestra, son fotografías de autores y lugares anónimos, donde se realizan exámenes grupales a hombres jóvenes en proceso de reclutamiento militar. Exámenes que corresponden a la habilitación física o no de estos individuos para el combate, en el cliché máximo de la masculinidad heteronormada: “El Guerrero”. Es así, que los conscriptos desnudos o semi desnudos se someten como primer acto de iniciación al escrutinio médico masivo, como en una línea de montaje o cadena de producción de masculinidad estandarizada. Estas imágenes escapan de lo mero ilustrativo o documental al convertirse en pintura y al instalar una lectura política post-fordista, cuestionando la actual lógica global de la obsolescencia programada del objeto de consumo (particularmente en el mercado del arte).
¿Qué pulsiones generan en el espectador estas pinturas ambiguas? ¿El uso de una paleta cálida y oleosa en base mayoritariamente a rosas, naranjas y sepias desmonta la norma de género? ¿En qué radica su originalidad?
En esta serie de pinturas sobre papel la acción antropométrica, la revisión ocular, auscultación, la inoculación aplicada sobre sujetos inermes por otros hombres, remarca la ambigüedad de la masculinidad patriarcal ante la ausencia de lo femenino, que aquí deviene en la pasividad de los sujetos retratados y en un gesto que se deja llevar por la oleosidad del color que impregna el papel de manera orgánica. Piel sobre piel, superficie sobre superficie, masculinidades vulnerables por sobre el estereotipo.
RAUL MIRANDA
Santiago, noviembre 2020